domingo, 1 de julio de 2007

El patriotismo de izquierdas

Es preciso reconocer una cosa: en España, es difícil distinguir claramente al patriotismo de izquierdas a primera vista. Se debe a que desconfiamos de banderas, nombres grandilocuentes y gestas tramposas. Y a que, históricamente, España ha sido el cortijo particular de cuatro amiguetes: el señorito, el cura, el milico y el beneficiado de turno. En otros países hubo revoluciones populares que cambiaron la naturaleza del poder y el estado –Francia o Estados Unidos serían los ejemplos emblemáticos–, permitiendo la identificación del pueblo con la nación. Aquí, el pueblo nunca pudo hacer mucho más que sobrevivir bajo la bota de los señores del himno, la cruz y la bandera. Mi abuelo, por ejemplo, fue uno de los muchos que se tiró dos milis en África: la suya y la del hijo del cacique abanderado y muy patriota. Como estrategia de marketing, la verdad, deja mucho que desear.

Para acabar de arreglarlo, el tardío intento español de ejecutar ese cambio fue abortado por una dictadura militar, nacionalcatólica y colonial, que educó a dos generaciones en la idea nazi de que ellos eran la auténtica España, frente a la Antiespaña representada por todos los demás.

Tras semejante tratamiento de choque, lo sorprendente no es que sintamos desconfianza hacia trapitos, uniformes, sotanas y partituras. Lo sorprendente es que no hayamos pedido aún la nacionalidad danesa. Por decir algo. De hecho, quienes tienen alguna excusa para hacerlo se piden identidades nacionales al gusto: matalascabritano, por ejemplo. Cualquier cosa, menos formar parte de esa historia de sangre del pueblo y oro del señor. Hay que decir, eso sí, que cuando lo escribe Pérez-Reverte queda muy heroico y hasta cargado de un cierto sentido. Pero no deja de ser la historia de unos desgraciados matando y muriendo a cambio de miseria y pulgas para mayor gloria y riqueza de unos poderosos mezquinos, de los más mezquinos que se recuerdan, incapaces de compartir siquiera las migajas aunque poseyeran media Andalucía y parte de Extremadura.

Probablemente, en estos momentos sea ya irracional. Pero es que lleva sólo treinta años siendo irracional. Todos los nacidos antes de 1978 aprendimos a desconfiar por las malas de los capos rojigualdas (y unos cuantos, también después). Salvo que formaras parte del círculo de beneficiados por los capos rojigualdas, claro. No es tan fácil cambiar eso.

Máxime, cuando los patrioteros de turno siguen acaparando la bandera, el himno y hasta la palabra España para cubrirse las vergüenzas, más o menos como siempre.

La cuestión es que frente a esos retablos icónicos del patriotismo de derechas (el hijo del currito absolviéndose de sus orígenes al caer bajo la rojigualda luchando por algún pedregal de los Monegros, Flandes o las Filipinas), la izquierda no tiene ninguna foto fija que oponer.

El patriotismo de la izquierda española es mucho más sutil, casi como una brisa suave apenas perfumada. Porque su cariño no se enfoca en tangibles, bandera, himno, pedregal, estampillas del Fórum Filatélico. Se concentra en el pueblo. Nuestro patriotismo no tiene nombre, o tiene muchos nombres: uno por cada persona. Nuestro patriotismo es que ningún ciudadano, ninguna ciudadana quede expuesto a la miseria y sus lacras ni abandonado a su suerte en tiempos de desventura. Nuestro patriotismo es que todos tengan exactamente los mismos derechos, los mismos deberes y las mismas libertades y oportunidades, de verdad, sea cual sea su cuna o su sexo. Nuestro patriotismo es evitar hasta donde sea humanamente posible la espantosa indignidad de que uno de los nuestros tenga que matar a un hermano para defender un pedregal. Nuestro patriotismo es que cada persona esté protegida en sus necesidades elementales de la cuna a la tumba, que eso del neoliberalismo es muy fácil de decir cuando siempre puedes volver a casa de Papá. Nuestro patriotismo es que todo el mundo adquiera tanta cultura, tanta educación y tanta formación como sea posible, para vivir mejor, para ser útiles y para ser difíciles de manipular y someter. Nuestro patriotismo es que la justicia sea igual para todos, y que las cargas y alivios sociales sean escrupulosamente proporcionales a las posibilidades de cada cual. Nuestro patriotismo es que, en caso de duda, nos pongamos siempre de parte de los débiles, que para neutrales ya están (o deben estar) los jueces.

Nuestro patriotismo no ondea al viento. Es el viento. Por eso resulta tan difícil de ver. Y por eso, también, resulta tan fácil de sentir.

Y si alguien necesita un símbolo para todo eso, le sugiero el toro. Sí, el que llaman de Osborne, ese mismo que usan algunos tontos de brazo en alto sin saber que es emblema pagano y obra de Manuel Prieto, militante del Partido Comunista de España y dibujante del frente para el 5º Regimiento antifascista. Pero de rojo, no de negro. Porque nuestro toro vive en el pueblo, no muere en la plaza, y por tanto no necesita el luto de mantillas y crespones, sino el rojo del sol y de la vida.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola
Estaba buceando en la web y he acabado descansando en tu blog. Me ha gustado mucho tu texto sobre el patriotismo de izquierdas porque es un término que yo llevaba barajando desde hace un tiempo y creo que podría expresarlo mejor o peor que tú, pero el sustrato no cambiaría mucho.
Hace unas semanas una amiga norteamericana me preguntó si me sentía patriota. No podía haber sido un español quién me hiciera esa pregunta, sino una joven de un país donde ser patriota no interfiere en tus ideas, sino que se amolda a ellas sin dejar de serlo en ningún momento. Un español nunca me habría hecho esa pregunta por miedo a un desplante, ya que todo el mundo sabe de qué pie (izquierdo) cogeo, o simplemente porque ser patriota en este país viene anclado a un tipo de ideología, a una forma de ver el mundo y España. Preguntar a una persona si se siente español en España viene a ser cómo preguntarle si es de derechas, porque es España nos han robado el derecho a sentirnos orgullosos de nuestra propia patria.
Aquella vez no pude contestar a mi amiga por una interrupción inoportuna, pero si hubiera tenido la oportunidad de hacerlo me hubiera gustado tener en las manos tu texto para poder leérselo sin saltarme una coma.
No necesito conocer los contornos de España y definir a sus gentes en una lista de adjetivos con los que sentirme a gusto para encontrar el significado de patriotismo en mi vocabulario.
No pueden ser patriotas aquellos que añoran la España cerril que nos robó el derecho a todo, los que traicionaron y tracionan el sentir de su país su légitima lucha por ser un lugar mejor y lo venden al mejor postor.
Si por patriotismo se entiende sentirte orgullosa de tu patria entonces yo lo soy. Porque estoy orgullosa de lo contruímos todos juntos y de lo que todavía podemos construir.
No quiero alargarme porque tú lo has explicado mejor y no hace falta decir más, sólo decirte que me he alegrado de encontrar tu blog.

Anónimo dijo...

bien dicho compañero, militando en IU a veces me da la sensación que la palabra España y el sentimiento patriótico que describes son proscritos...