jueves, 28 de julio de 2011

Asesinada en Noruega: Margrethe Boeyum Kloeven, 16 años (1)

MARGRETHE BØYUM KLØVEN
Nacida el 03-03-1995, de Bærum.
16 años, estudiante.
Activista contra el acoso escolar, jugadora de fútbol femenino y miembro del grupo musical de chicas Blondies&Brownies. Líder en el Consejo Escolar de su localidad.
Militante de las Juventudes Laboristas,
asesinada en Utøya el 22-07-2011 por un derechista cristiano.

Se ruega recordar.


lunes, 25 de julio de 2011

Políticamente incorrecto, seguramente gilipollas.

Una de las vagas identificaciones ideológicas "políticamente correctas" en torno a las que se ha nucleado la nueva derecha europea y norteamericana es, precisamente, la autodefinición como políticamente incorrectos y la acusación de políticamente correctos a sus oponentes.

En una de las muchas anfibologías absurdas a que nos tienen acostumbrados (la más risible es la de autocalificarse como "liberales" en Europa, cuando no tragan a los verdaderos liberales históricos y en los EEUU odian a los auténticos liberals), pretenden así presentarse como transgresores, naturales, abiertos, libres, independientes, provocativos y sinceros; todas ellas actitudes políticamente correctas, respetadas y apreciadas en las sociedades modernas. Por el contrario, todos los demás seríamos estirados, rígidos, cerrados, falsos, dobles, encuadrados y sujetos a ideologías inflexibles, dependientes de oscuros intereses que identifican con sus mitologías conspiranoicas en torno a la izquierda política. Eso sí, cuando se encuentran con alguien políticamente incorrecto de ideas distintas a las suyas, inmediatamente lo tachan de radical, perroflauta, fanático o terrorista. No faltaría más. Es que ellos son así de liberales.

En la completa identidad ideológica entre la nueva derecha sin complejos europea y el asesino de Noruega, llama la atención la constante referencia a la corrección e incorrección política. La expresión políticamente correcto (politisk korrekt, en noruego) aparece al menos nueve veces en los escritos de Anders Behring Breivik para el medio digital document.no y en combinación con políticamente incorrecto se lee más de 65 veces en su manifiesto político 2083, una declaración de independencia europea . Por cierto, que sólo plagia a Unabomber en algunas partes, no en "casi todo" como se ha dicho. En realidad, la mayor parte de 2083 es actual y podría ser suscrita por cualquier neoderechista actual, pues no hace sino repetir lo que se escucha normalmente en sus medios. Veamos un ejemplo:
¿Quién se levantará para desafiar a la corrección política? El destino de la civilización europea depende de que el hombre europeo se resista al feminismo políticamente correcto. Es más: debe resistirse al yugo más amplio de la corrección política, el marxismo cultural del que el feminismo radical es sólo una vía de ataque. (...) El acoso profesional, el boicot y la difamación castigan a los que se atreven a desafiar el discurso políticamente correcto.
-Anders Breivik, en 2083, una declaración de independencia europea.
El Consejo de Ministros celebrado esta mañana ha dado un nuevo impulso a la llamada Ley de Igualdad de Trato y la No discriminación. (...) Casi dos años después y tras haber sido custodiado en un cajón el Gobierno se ha decidido a darle el impulso definitivo a la que será, sin duda, la ley de la “inquisición de lo políticamente correcto”, que perseguirá y sancionará a quienes no compartan los dogmas del progrelaicismo. (...) Aunque aún no se conoce en profundidad el contenido del anteproyecto que entrará en vigor en 2013, según las previsiones gubernamentales, y sin saber si sus sanciones estarán contempladas en el ámbito civil o penal, Arsuaga (presidente de HazteOír) subraya que “se trata de una norma bajo cuya apariencia noble se quiere castigar a los que ponemos en duda algunos de los dogmas de la ideología de género o del progre-laicismo. Esto es, todo un atentado contra la libertad de pensamiento y la libertad de expresión” (...)
-Comunicado de prensa de HazteOír, 7/1/2011

Estas calificaciones y autocalificaciones no dejan de resultar curiosas cuando se oyen en boca de algunos de los individuos más convencionales, intolerantes, pretenciosos, partidarios de la estratificación social y el orden tradicionales, agresivos y a veces hasta violentos (por acción propia o ajena) que uno puede encontrarse en la sociedad. Pero bueno, cada cual intenta pensar lo mejor de sí mismo, y ni siquiera ellos pueden sustraerse a las referencias conductuales de la modernidad, a la que tanto odian. Es como cuando dicen aquello de "yo no soy racista, pero..."; sabes que inmediatamente a continuación viene una burrada xenófoba o una catetez racista de primera categoría.

Esto de la corrección e incorrección políticas les resulta muy cómodo porque por sí mismo no quiere decir nada y así les permite ocultar lo que quieren decir en realidad. Es una expresión hueca que se puede utilizar como ariete en cualquier dirección. Procede de los Estados Unidos, y por eso aquí se dice políticamente correcto ("politically correct") en vez de correcto políticamente, que sería más adecuado en español ("corrección política" sí que lo dicen bien, porque decir "política corrección" ya cantaría demasiado a anglosajón). En su origen, quería significar exactamente eso: lo que es correcto de acuerdo con una determinada ideología política. Por ejemplo, para un capitalista el mercado libre sería políticamente correcto, mientras que para un comunista sería políticamente incorrecto. O a la inversa: para un capitalista la economía planificada sería políticamente incorrecta y para un comunista, políticamente correcta. Ese es el sentido original de la expresión.

Con el desarrollo del pensamiento blando de la posmodernidad, a partir de los años 70 del siglo pasado, la expresión adquiere un significado irónico y peyorativo para referirse a una adhesión excesivamente rígida a cualquier postulado ideológico, sobre todo cuando se llega a una situación absurda como resultado de la misma. Al parecer fue utilizado por primera vez por las feministas de la nueva izquierda, en los Estados Unidos, de manera autocrítica; como por ejemplo, en los intentos del movimiento antipornográfico por definir una sexualidad feminista.

La expresión tuvo especial éxito para definirse a los eufemismos que pretenden desplazar términos con connotaciones sociales negativas o discriminatorias: afroamericano o persona de color en vez de negro, discapacitado por inválido, paralítico o tarado, etc. En unos casos por adhesión a las palabras tradicionales con todas sus connotaciones y en otros por escepticismo ante la posibilidad de que esta neolengua de reminiscencias orwellianas pudiera contribuir cambiar realmente las discriminaciones subyacentes, la sociedad en su conjunto pasó a referirse a esta forma de expresarse como lenguaje políticamente correcto por analogía con el significado anterior. (Lo cierto es que, en parte, lo logró: hoy en día todos entendemos que hay una diferencia sustancial entre referirse a una persona como discapacitada psíquica o llamarla imbécil, un término que antiguamente era técnico y de uso común tanto en psiquiatría como en la calle)

Es por esta vía que la corrección e incorrección política se incorporan al lenguaje de la derecha. Surgidas como una expresión autocrítica en ámbitos de la izquierda y el progresismo, resultaba sumamente sencillo transformarlas en expresiones críticas y a continuación en arietes de ataque precisamente contra la izquierda y el progresismo. Comenzaron compartiendo el significado irónico con respecto al lenguaje políticamente correcto pero a continuación lo extendieron a cualquier otro planteamiento habitualmente vinculado a la izquierda o el progresismo. En resumen, lo que vienen a querer decir es que todos los planteamientos de sus oponentes o son de izquierda revolucionaria (y por tanto subversiva, asesina, etc) o son vacuidades politicamente correctas en las que ni siquiera ellos mismos creen realmente (aquello de "¿a que tú no querrías que tu hija se casara con un moro?" y demás simplezas por el estilo)

Cuando la expresión da el salto a Europa, ya lo hace como parte del discurso de la nueva derecha. Lo que ocurre es que esta nueva derecha es muy, muy carca, y además con un fuerte trasfondo nacionalista ("patriótico") e integrista religioso, por lo que uno puede verse acusado de políticamente correcto por defender la Declaración Universal de los Derechos Humanos, la Carta de las Naciones Unidas, la Convención Europea de los Derechos Humanos o hasta a la UNICEF (¡me ha pasado!). De su significado autocrítico original, se ha convertido en un ariete contra todas aquellas cosas por las que merece la pena luchar en este mundo. Y por oposición, todo lo que va en contra de esas cosas se define como políticamente incorrecto, y por tanto majo y guay. Vamos, que en su universo es majo y guay defender la desigualdad esencial entre las personas, la persecución del diferente, la homofobia, la xenofobia, el penalismo salvaje, el patrioterismo más casposo, la represión religiosa tradicional y hasta los festejos de su aldea. Ahora mismo, no pasa un día sin escuchar referencias a lo políticamente correcto e incorrecto en los medios y políticos de la nueva derecha. Inadvertida o deliberadamente, han creado una nueva corrección política inversa con una rigidez mucho mayor que la antigua: en su universo, lo políticamente incorrecto es políticamente correcto, ¡y cuidado con salirse de ahí, que muerden!

A estas alturas, la expresión ya adquiere características de parodia de sí misma. Parece una competición para ver quién la suelta más gorda. Cada vez que alguien suelta una burrada ignorante sustentada en sus prejuicios y manías avalados por la nueva derecha, dice que es que él es muy políticamente incorrecto. Si uno contesta que los datos y la experiencia contradicen su opinión, le llaman políticamente correcto (y, por supuesto, los datos y la experiencia son falsos y están manipulados por los progres, que es como llaman aquí a lo que en EEUU dicen liberals). En los últimos tiempos, a imitación de sus colegas norteamericanos, hasta la teoría de la evolución y la relatividad general son políticamente correctas. Es que ellos son más del creacionismo y eso de la relatividad o relativismo o como se llame no les va mucho; prefieren el absolutismo. Ese sí que es políticamente incorrecto y muy guay. La ciencia es demasiado progre, con todos esos datos, escepticismos, rigideces y sesudeces de gafapastas políticamente correctos.

Hoy por hoy, igual que después del "yo no soy racista pero..." viene un disparate xenófobo, es cosa cotidiana que antes o después del "yo soy políticamente incorrecto" venga una dosis de odio ultraderechista. Casi siempre, sustentada por completo en los prejuicios, la conspiranoia y la ignorancia refractaria a los datos y la experiencia. Lo que en español llamamos de toda la vida una gilipollez. Y quien dice constantemente gilipolleces, es que es un gilipollas. Políticamente incorrecto, seguramente gilipollas. ¡Yupi, yupi, ahora yo también sé ser políticamente incorrecto! ¿Ves qué fácil era?

domingo, 24 de julio de 2011

Conozco al asesino de Noruega


Aunque no le había visto en mi vida, conozco bien al asesino de Noruega, ese cristiano derechista llamado Anders Behring Breivik que admira a Winston Churchill. En realidad estoy harto de verle, de oírle, de sentirle. Convivo con él, con ellos, todos los días. Ha estado siempre aquí, entre nosotros, acechando, esperando, quizá anhelando el día en que se le cruce el cable para llevar a la práctica sus palabras, sus deseos, sus sueños.

El asesino de Noruega odia, teme, denigra y convierte en cosa, en ganado a todo aquel que es diferente. Que tiene otro color de piel. Que habla otra lengua. Que practica otras costumbres. Que piensa distinto. Que siente distinto. Que no viste igual. Para él, todos son, somos "moros", "panchitos", "perroflautas", "feminazis", "humanistas", "relativistas", "maricones", "gafapastas" o cualquier otra cosa que a sus ojos y los de los suyos nos niegue la calidad de humanos. Rojos y raros, en suma.

El asesino de Noruega odia, ridiculiza, denigra, convierte en cosa, en ganado a todo aquel que cree en la bondad, en la solidaridad, en los derechos humanos, en la fraternidad entre las personas y los pueblos. En su absurda ignorancia y simpleza, este tipo de malvado llama al bueno "buenista". Al solidario, "traidor". Al igualitario, "peligroso marxista". Al defensor de los derechos humanos, "políticamente correcto". Para un malvado como él, todo lo que es bueno resulta sospechoso y humillante. Tiene que haber algo oscuro detrás de la gente buena, solidaria, fraterna y concienciada, pues de lo contrario él sería aún peor y más egoísta de lo que ya es.

El asesino de Noruega odia, denigra, convierte en cosa, en ganado a todos los que ignoramos sus delirios de conspiraciones y violencias. No comprende que no creamos en el poder de la fuerza y de la guerra, de la superioridad de unos seres humanos sobre otros, de la necesidad de mano dura con quien no es como él. Nos llama "ignorantes", "pánfilos", "borregos" y desea hondamente que algún día nos demos de bruces con "la realidad". Es decir, su realidad mitológica y brutal de acero, dolor y sangre, donde todo el mundo es necesariamente malo.

El asesino de Noruega es un ególatra al que no le importa si el mundo arde con tal de que a él le den la razón en sus fantasías. Justifica guerras y matanzas con tal de que no le suban los impuestos o la gasolina. Vislumbra un mundo mejor donde todos son como él, piensan como él, sienten como él, viven como él. En su egolatría y orgullo infinitos, el mundo sólo puede ser bueno y noble cuando es una fotocopia de él, de sus sueños, de sus miedos y de sus mitos. Y, entre este mundo imperfecto y su mundo ideal, un gran, necesario baño de sangre.

El asesino de Noruega disparó primero contra la muchacha más bonita que vio en el campamento de las Juventudes Laboristas. El asesino de Noruega es un misógino, porque en su mundo paramilitar el universo femenino no tiene sentido. Sólo ama a las mujeres dóciles, serviles, maternas, que le sigan la broma y coincidan con el fetiche mitológico que tiene en la cabeza. Pero no hay tantas valkirias sumisas en el mundo. Para él, todas las demás son zorras, feminazis, castradoras. En suma, frustrantes. No comprende por qué las mujeres se resisten a sus sinrazones de guerrero viril y del "orden de toda la vida". Y si son guapas, ni te cuento. El asesino de Noruega, en realidad, es un frustrado que oculta su frustración bajo la apariencia de moralidad, rectitud o pureza.

El asesino de Noruega cree a pies juntillas en una gran conspiración para destruir la cultura blanca, cristiana y occidental, al igual que hacen los integristas islámicos con lo suyo, ignorando que es la cultura blanca, cristiana y occidental la que se destruye a sí misma a través de gente como él. Su universo es el universo de la dolchstoßlegende, la leyenda nazi de la puñalada en la espalda, versión siglo XXI. En su mundo, todos los que no somos como él, todos los que no pensamos como él, somos traidores y vendidos, el enemigo interior.

El asesino de Noruega es un absolutista que cree en unos valores inmutables y eternos, a pesar de que todos sus valores "inmutables y eternos" rara vez tienen más de quinientos años y a menudo no pasan de cien. Aunque a veces ha leído, es incapaz de comprender los procesos históricos; sólo entiende de batallitas y figurones. También es incapaz de comprender los procesos sociológicos complejos; sólo entiende de conspiraciones y traidores. No logra vislumbrar por qué a tantos de nosotros sus valores absolutos nos resultan absurdos, falsos e indignos de conservar. En su universo, tiene que ser todo el resultado de una conspiración, o de nuestra maldad esencial, o ambas cosas: el efecto del adoctrinamiento, de la manipulación, de nuestra mala sangre, lo que sea, porque no logra entender el mundo en que vive, los procesos de la historia y de la sociedad ni mucho menos la relatividad y la evolución de las cosas. Para él, todo es absoluto, blanco o negro, el bien o el mal. Por eso odia el relativismo y odia la evolución: porque es un absolutista.

El asesino de Noruega no entiende de matices y sutilezas. Le da igual si eres un estalinista convencido o sólo te parece mal que unos escupan sangre para que otros vivan mejor. Le da igual si eres un fundamentalista islámico o un escéptico secular. Le da igual si eres militante feminista o simplemente te preocupa la violencia de género. Le da igual si eres nacionalista, separatista, etarra o apenas te limitas a hablar tu lengua materna, que es distinta de la suya. Le da igual, en suma, todo lo que no sea exactamente como él. Los demás somos todos lo mismo, culpables de todo y nos merecemos todo lo que nos pase. No somos gente, sólo "marxistas", "feminazis", "rojos", "perroflautas", etc. A sus ojos, sólo chusma, ganado, cosas. Criminales por el hecho de existir y molestarle a la vista.

El asesino de Noruega no vio personas, sino cosas. Miró a la gente que pasaba por el centro de Oslo y sólo vio chusma inconsciente y prescindible. Miró a sus víctimas adolescentes a los ojos y sólo vio ojos bovinos de ganado asustado. Porque, para él, habían dejado de ser gente mucho tiempo atrás. Como ganado, los llevó al matadero. Y los mató.

Y si no se para este lenguaje del odio que cae como un manto negro sobre Europa desde hace ya bastantes años, no lo dudes: mañana seré yo, tú o tus hijos. Y ya no como un asesino solitario, sino como un movimiento criminal. Porque para el asesino de Noruega, que convierte a los adolescentes de ojos bonitos en cosas a las que sacrificar, yo, tú y tus hijos no somos gente. En su egolatría se cree un sirviente de dios, un mensajero de dios o directamente un dios. Y, ejerciendo de dios, ya nos ha convertido a todos en ganado listo para sacrificar. Mientras no estuvo preparado, mientras el ambiente no le fue propicio, disimuló. Pero todo era cuesión de tiempo y oportunidad. Ayer mató en Noruega. Si no le detenemos, mañana, ¿dónde matará?

**********

Como siempre, el asesino de Noruega tenía pistolas, fusiles y explosivos. Como siempre, nosotros tenemos nuestras plumas, nuestras manos y nuestra voz. Sea. Ya basta de silencio ante el horror que se avecina sobre todos y todas. Otra vez.

Así era el campamento de las Juventudes Laboristas antes de que pasara el derechista sin complejos y políticamente incorrecto.

martes, 4 de noviembre de 2008

Lo que no es Obama



Nadie sabe muy bien lo que es Obama, pero sí lo que no es: no es un fundamentalista religioso, ni un fanático del mercado, ni un homófobo, ni un racista, ni vive de la cultura del miedo. De hecho, el senador Obama está lo más a la izquierda que se puede estar en los Estados Unidos y aún así tener posibilidades de ganar.

Curiosamente, además, sería la primera vez desde el año 1227 en que el hombre más poderoso del mundo no sea un hombre blanco. Ni tampoco negro, por cierto: Obama es un mulato, medio blanco, medio negro, con ancestros en América, Asia y África. Es el sueño de la multiculturalidad, de la suma de civilizaciones, e inspirará a millones.

Por todo ello y porque puede acabar con la negrura ultra de Bush el Asesino, GO OBAMA, GO USA!!!

sábado, 9 de febrero de 2008

viernes, 8 de febrero de 2008

La xenofobia del señorito

El partido que metió a la mayoría de los inmigrantes en España, cortos de papeles y aún más de derechos, ha descubierto los réditos electorales de apelar a los miedos del sector más asustadizo y mediocre de la sociedad. En su inacabable deriva a la ultraderecha, el mismo Ministro del Interior al que "se le colaron" unos cuantos millones de trabajadores precarios propone ahora un ridículo contrato según el cual los extranjeros tienen que adaptarse a las costumbres españolas. De su España, claro: la trabucaire, obispal, mesetaria, garbancera y provinciana; la del señorito del Círculo de Agricultores que critica a los trabajadores porque blasfeman, se emborrachan y huelen mal.

No es ningún secreto que las personas (de cualquier origen) que ocupan los segmentos más bajos de la escala social sufren como consecuencia fenómenos de exclusión (que, en el caso de los extranjeros, se manifiestan como fenómenos de no integración). Tampoco es ningún secreto que las personas próximas a la exclusión o sumidas en la misma tienden a concentrar mayores tasas delictivas, por motivos más que obvios. Y sólo un imbécil deja de comprender que la xenofobia es la reacción de los más temerosos e inseguros ante un poco de estas obviedades y un mucho de leyendas urbanas, alguna de las cuales lleva dando vueltas desde los años '20.

Por eso, las personas y los partidos responsables toman estas inquietudes más o menos legítimas con un grano de anís y no contribuyen a alimentar esta pelota de medias verdades y mucho asustachicos. En España, hasta ahora. Porque a partir de ahora, uno de los dos grandes partidos, el mismo al que "se le colaron" tres millones y medio de inmigrantes, ha decidido recurrir al populismo tremendista de Jean-Marie Le Pen o, en versión más castiza, España 2000 y Democracia Nacional.

La oposición del PP en la legislatura 2000-2004 pasará a la historia como el singular proceso mediante el cual un partido "de sistema", perfectamente integrado en las estructuras de la España democrática, ha ido calumniando e intentando destruir a todas las instituciones democráticas cual grupúsculo marginal: la judicatura, la policía, la guardia civil, los servicios de inteligencia, la Monarquía, el resto de formaciones políticas, todas las asociaciones de víctimas del terrorismo menos la suya, la política antiterrorista, la imagen exterior de España y mil más. La guinda de este recorrido hacia un fascismo perfectamente típico es la asimilación del discurso xenófobo ultraderechista: el "compórtate o lárgate" del SVP/UDC suizo, próximo al lepenismo. En cierto modo, me parece bien. Entre la nota obispera de la semana pasada y este giro fascista, ahora ya va quedando claro qué nos jugamos el 9 de marzo.

Estas han dejado de ser unas elecciones corrientes. A veces odio tener razón (y también aquí).

viernes, 1 de febrero de 2008

La araña negra

Hoy, el obispero del PP ha hecho algo no por esperado menos espectacular: por primera vez en la historia de la democracia, se ha permitido dirigir abiertamente el voto de sus creyentes y de la ciudadanía en general. La nota de la Conferencia Episcopal papista es tan artera y maliciosa como todos los actos de un clero que ha escrito las páginas más negras de la Historia de España: carentes de la dignidad, estatura y valentía suficientes como para llamar a las cosas por su nombre, recurren al viejo truco de aquél alcalde que convocó una oposición municipal puntuando al candidato por su color del cabello, su estatura y el lugar donde cursó sus estudios.

Así, el obispero ha llamado a votar contra quienes negocien con ETA (no, Aznar no está incluido) o pacten con los nacionalistas ajenos a la cuerda beata; contra quienes hayan aprobado el matrimonio homosexual, la ley de la memoria histórica, el respeto a todas las clases de familia y la educación ética para la ciudadanía; contra el derecho al aborto y a la eutanasia; y en general, contra cualquiera que no siga ciegamente sus delirios medievales. Y por supuesto, a favor de quien les baile la tridentina agua. Que es, obviamente, el PP y quizás algún sector de CiU o el PNV.

Bien, quiero decir una cosa. La Iglesia Católica está en su pleno derecho de hacerlo. Esto es una democracia.

Al hacerlo, la Iglesia deja definitivamente de ser un operador religioso para convertirse en un agente político.

Desactiva así definitivamente el argumento tramposo de "si no sois creyentes, ¿por qué os importa tanto la Iglesia?". Bueno, pues es obvio: porque la Iglesia hace política, y la política nos afecta a todos. Después del día de hoy, la Iglesia Católica de España debe aceptar democráticamente las adhesiones y reacciones naturales que caracterizan a los agentes políticos. Ya no le vale escudarse en que cualquier crítica a sus acciones constituye anticlericalismo o persecución religiosa. En política se está a las duras y a las maduras.

Hoy, la Iglesia se ha manifestado como un asunto de todos, porque de todos es la democracia, el estado y la política. Al igual que sus dirigentes y militantes. En democracia, tenemos derecho a saber quién, qué y cómo está detrás de cada uno de los mecanismos del poder, y en qué condiciones, por si acaso constituyeran privilegios.

Hoy, la araña negra de que habló Blasco Ibáñez ha enseñado de nuevo los quelíceros con que viene envenenando a la sociedad española desde tiempo inmemorial. Pero ahora ya no estamos en los tiempos de Fernando VII, ni de la débil Primera República, ni en las tiranías que crearon y que todo les permitieron, ni de la acosada Segunda República. Ahora estamos en una democracia moderna, y tenemos derecho a exigir que, junto a los quelíceros, muestre también sus extremidades siniestras: las ocho patas arácnidas que se hunden en la educación, en la judicatura, en los negocios, en los medios de comunicación, en los partidos, en las confederaciones empresariales, en las asociaciones y en el estado. Como agente político que es, y por tanto, asunto de todos.

Hoy, la araña negra debe aceptar que surjan movimientos democráticos destinados a arrancar finalmente sus patas de los mecanismos de la sociedad española y a embotar esos quelíceros ponzoñosos.

Hoy, la Iglesia Católica de España me ha dado cuatro alegrías. Una a corto, otra a medio, otra a largo y otra al fondo. Atrapados en su mundo fantasioso de dioses psicóticos, milagros absurdos, vírgenes paridoras y santos que queman gente, no se han dado cuenta de cosas que hasta el más estúpido de los sociólogos sabe.

El tiempo lo mostrará.

miércoles, 31 de octubre de 2007

Fue la clerigalla islámica

Ahora ya se puede decir con propiedad: fue la clerigalla islámica.

Una banda de fascistas, que ven en la fe musulmana lo que Hitler veía en Alemania, fue la autora del asesinato en masa de 192 conciudadanos nuestros en la terrible mañana del 11 de marzo de 2004. Españoles, rumanos, búlgaros, marroquíes, ucranianos, polacos. Nuestra gente. Los nuestros.

Existen incontables excusas en las que la clerigalla islámica se ampara para cometer sus atrocidades. Algunas de ellas son ciertas. Otras, incluso injusticias que claman al cielo. Pero esa no es una factura a nombre de los trabajadores y estudiantes de Madrid o, para el caso, de Bagdad. En realidad, no les importa. No les importa en absoluto. Temen el día en que pudieran quedarse sin esas excusas. Porque no desean la paz, la libertad y la justicia para su pueblo. Desean la guerra, la tiranía y la opresión clerical para todos los pueblos del mundo. Y especialmente para el suyo. Son como la peor memoria de nuestra clerigalla local, la de la Santa Inquisición y los Cien Mil Hijos de San Luis.

Son el enemigo. El enemigo de todos. De José y de Yusuf, de María y de Zoraida, de John y Tatiana. De ti y de mi.

No debemos darles ni una sola oportunidad. Hay que sacarlos de sus escondrijos y ponerles cara a cara con jueces democráticos. Hay que socavar su influencia social. Hay que cerrar el paso a la irracionalidad, y favorecer el de la racionalidad. Aquí y, sobre todo, allí. No con guerras estúpidas que sólo empeoran el problema, ni con declaraciones altisonantes, sino a la manera difícil pero eficaz: mojándose en el aquí y el ahora de nuestra realidad y también de la suya.

La clerigalla islámica no es la solución para nadie, sino una peste. Una peste que nos arrebató a 192 de los nuestros, y lleva muchos años arrebatando a cientos de miles de los suyos.

Maldigo a esta clerigalla que mató a 192 de los nuestros creyendo quizás hacer una justicia perversa. No la hicieron. Sólo cometieron otra injusticia más en su larga retahíla de crímenes.

Y digo que les vamos a ganar. Y que un día nos veremos libres de ellos, y serán sólo una sombra de la Historia como ahora son los Autos de Fe o el asesinato de Miguel Servet o Giordano Bruno.

Es la lucha de la razón contra las tinieblas. Hemos ganado todas las batallas de esa guerra, y vamos a seguir ganándolas hasta el final.

Y conseguiremos un mundo donde no hay cabida para esos espantajos.